Luisa Astudillo González ha cumplido 25 años al frente del grupo folclórico ‘Trujillo Mío’. Nunca cobró un sol. Su amor por la danza la ha llevado a Francia y Alemania. Y piensa seguir en la brega.
–Dónde y cuándo nació, y cómo recuerda su infancia.
–Nací en Trujillo, en 1941. Mi infancia fue muy feliz, mi adolescencia y juventud, también.
–¿Y allí aprende parte del folclore peruano?
–Aunque le parezca mentira, yo aprendí solita.
–¡¿Solita?!
–Solita, frente a un espejo. (risas) Como a mí me gustaban los programas criollos, yo miraba minuciosamente los pasos, llegaba a mi casa, me encerraba en mi dormitorio y comenzaba a imitar los movimientos que había visto. Y después preguntaba sobre las danzas, de dónde venían, es decir, me iba informando.
–¿Y luego?
–Cuando ya fui a Lima, yo estudié Educación Física en San Marcos, entonces llevábamos un curso de folclore, y la persona que me enseñaba era Carlota Villasante, ella me tomó una prueba, y yo bailé Marinera. “Oye, bailas muy bien”, me dijo. “Yo te enseño la Marinera limeña”. Me becó con Rosa Elvira Figueroa y ahí estudié un ciclo, criollo; un ciclo, andina y el último casi, era negro.
–O sea que el folclore negro lo aprendió después de la parte criolla.
–Sí, sí, ¡porque acá no había! Mis padres me contaban que bailaban, que zapateaban, pero yo pensaba que eso ya no existía, y cuando fui a Lima y lo encontré, y me prendí de eso.