Gianni Ceron Epidotti es el dueño de un emblemático café del centro de
Trujillo. Dice que es temperamental,
pero que se “enfría rápido”. Él contó parte de su vida en una cena
donde no faltó la buena pasta y un espirituoso vino tinto.
–Cuénteme, don
Gianni, ¿cómo así llega a Trujillo?
–Yo me casé con
una trujillana, me fui a mi tierra, Venecia, a vivir, vivimos ahí un año y después,
debido a la nostalgia de la familia, de parte de mi señora, pensamos en venir
al Perú.
–¿Y en qué
momento asume la administración del Demarco?
–Yo tengo más
de 50 años de trayectoria en el rubro de restaurantes y bares. Una noche,en el
Club Libertad, un paisano me dijo que el señor Demarco quería vender su
restaurante. Me dijo: “eso está bien para ti”. Fuimos con mi señora y mi suegro
para ver las condiciones, y Demarco nos dio todas las facilidades porque él
quería regresar a Italia.
–¿Y cuando ya
estaba al frente, le pareció que este era el negocio que quería seguir?
–Había muchas
cosas por hacer, tuve que arreglar el mobiliario, cambiar el piso y otros
arreglos.
–¿Cuál es el
secreto del éxito de su negocio, que tiene tantos años?
–Yo tuve buenos
consejeros cuando trabajé muchos en Italia. Uno de ellos que me dijo: “tú dale
de comer bien a la gente, cóbrale lo correcto y no se quejará”. Pero si tú le
das una porcioncita de dieta y le cobras, el cliente viene una vez y ya no
regresa.
–Pero acá los
precios no son baratos…
–Sí, quizás,
pero tenemos dos tipos de menúes, y especial incluye una copa de vino, o cerveza
y eso queda a elección del cliente.
–¿Cómo es su
forma de dirigir a sus empleados?
–Bueno, hay
siempre que ir limando como el lápiz. Muchas veces hay que llamar la atención,
“mira, que esto está mal; mira, que el cliente está esperando”, y lo importante
es hacerles recordar que el cliente es cliente hasta que sale del local, no
solo cuando se le sirve su pedido.
–¿Le costó
mucho acostumbrarse al Perú, dejar su familia en Italia?
–No, porque yo
tenía otra familia acá. Además, yo soy igual que los gitanos, en cualquier
lugar me acomodo (risas).
–Su hijo
falleció en un hospital de Trujillo, ¿cómo enfrentó ese duro momento?
–Mi primera
reacción fue pensar por qué, con tanto delincuente que hay, tenía que ser mi
hijo el que moría; después de un tiempo me puse a pensar: “Cristo, tú eres un
ser injusto”, porque yo era el más viejo y me esperaba a mí ese turno, pero más
tarde, me dije: “si tú, Cristo, que eres
el dueño de todo y te dejaste meter en la cruz, qué podemos esperar nosotros”.
–¿Y usted cree
mucho en Jesús?
–Bueno, yo soy
cristiano católico, creo en Cristo, pero no en Dios.
–No cree en
Dios…
–No, Dios es el
inicio de una fábula, algo surreal; Cristo sí fue un personaje que sí vivió
aquí en la Tierra, fue real.
–¿Es usted de
buen carácter o un poco colérico?
–Hay momentos
que reacciono, pero también me enfrío rápido.
–O sea que
usted tiene el espíritu sanguíneo de los italianos…
–Sí, sí, soy
muy chispita.
–¿Y su esposa,
en todos estos años, qué le dice a usted?
–Hay momentos
que me decía que era un loco (risas).Robaban por acá (en el jirón Pizarro) y yo
me metía a seguir al ladrón, lo agarraba y lo llevaba a la comisaría.
–¿De verdad?
–Sí, mi esposa
me decía: “¿por qué te metes?, algún día te van a dar una cuchillada”, pero mi
instinto me impulsaba a hacer eso, quizá sea porque yo estaba en la barriga de
mi mamá cuando fue la Segunda Guerra Mundial (risas).
–¿Cuál diría
que es su mayor virtud?
–Bueno, yo no
puedo decirlo, eso debe decirlo el público.
–Pero qué le dice la gente, su esposa…
–Bueno, en el matrimonio siempre hay subidas y bajadas, el que dice que
no ha discutido nunca, yo le diría “eres un mentiroso”. Lo importante es saber
la responsabilidad de cada uno y no existe en el matrimonio el bueno o el malo,
la cuestión es saber resolver los problemas.
–Lo interesante
es que usted es exitoso en los negocios y también en el amor…
–(Risas) Yo conocí
a mi señora en dos noches…
–¡En dos
noches!
–En Venecia, yo
le decía, ¿por qué te regresas a Trujillo?
–O sea que fue
un amor a primera vista…
–Sí, sí. Ella
estaba en la Plaza San Marcos y me dijo: “por favor, ¿me puede tomar una foto?”.Donde
había miles de turistas, justamente me tocó a mí (risas).
–¿Y qué le
impactó de ella?
–La forma de su
cara, la veía diferente, sentía dentro de míalgo diferente.
–¿Qué le gusta
y qué le molesta de Trujillo?
–Bueno, la
gente es muy buena, muy cordial, pero lo que a mí me irrita es que no respeten
las reglas; hay un semáforo que está en rojo y la gente cruza. Un semáforo lo
han instalado por un motivo, para que la gente lo respete. Yo manejo por la
avenida Juan Pablo II, a las dos de la madrugada, el semáforo está en rojo y yo
me paro.
–Una anécdota
especial de su restaurante que me pueda contar…
–La primera vez
que vino Raphael a Trujillo, vino a cenar acá. Me dijo que él también conocía
Venecia, que había estado allá de luna de miel. Lo atendimos con sandwichs y
bebidas durante el intermedio de su actuación en el Gran Chimú.
–¿Y le gustó la
comida?
–Sí,
estuvieron acá hasta las tres de la mañana.