sábado, 21 de mayo de 2016

“La idea de escribir este libro era luchar contra los mitos”








Al igual que en la solapa de su libro, una nube plomiza acompaña a Leonardo Aguirre mientras fumando espera el momento de la entrevista en el patio del hotel. El escritor limeño ha remecido a nuestra fauna literaria con su último libro: Asociación Ilícita (Animal de Invierno, 2015), donde desnuda las debilidades –y hasta delitos– de escritores peruanos de las más diversa extracción. A su paso por Trujillo, donde presentó su última obra, nos concedió una entrevista.

–Lo primero que me llamó la atención de tu libro es la advertencia que hacen los editores: “La editorial no asume ninguna responsabilidad por el contenido del presente libro, siendo el autor el único responsable por la veracidad por de las afirmaciones y/o comentarios vertidos en esta obra”. Suena un poco como “sálvate solo, compadre”.
–Estaban un poco asustados (risas) por posibles problemas legales, por posibles demandas. Incluso hubo la sugerencia de quitar un par de biografías, precisamente por ese mismo miedo, pero no acepté, pues. Lo que hice en algunos casos fue corregir algunos detalles para que el narrador fuera mucho más objetivo, frío y distante. Si yo hubiese hecho el libro sin edición, probablemente me hubiera puesto en problemas, pero igual los tuve.

–A propósito de eso, vi en Caretas que tuviste una bronca mediática con el escritor Víctor Coral. ¿Has recibido más críticas de ese tipo?

–Curiosamente, no. A pesar de todos los miedos, lo gracioso con este señor es que todo lo que dijo, lo dijo antes de leer el libro.

–Se basó en rumores…
–Leyó una entrevista donde yo dije algunas cosas sobre el libro y pensó que iban a salir algunas cosas publicadas, que las hay claro, pero no en la forma en que él esperaba que estuviesen. Porque apenas salió el libro, el tipo se calló y dejó de fastidiar.

–Me interesa un poco cuál sido tu criterio de selección de los reseñados, porque hay de todo, como Abimael Guzmán, Giuliana Llamoja y el misterioso Hildebrando Pérez Huarancca…
–El criterio ha sido más bien el error. Primaba más el hecho de que estos personajes hayan cometido alguna falta, enorme o mínima, antes que tuvieran una gran bibliografía. Digamos que el único requisito para estar en el libro era haber publicado un libro. Está Giullana Llamoja, que solo ha escrito un poemario o Hildebrando Pérez, que solo escribió un libro de cuentos.

–Las personas que no son muy entendidas en el tema de literatura pensarán, al leer tu libro, que la literatura es una especie de sentina donde se mueven los más oscuros intereses, delitos, envidias, traiciones. ¿Tu intención fue desacralizar esta visión que tiene el ciudadano de a pie respecto a los literatos?
–(Piensa) Sí, quizá sí, siempre me ha interesado cuestionar los estereotipos, bajarlos a tierra, convertir a estas figuras públicas en seres humanos, que tienen errores como todos, que la cagan como todos. La idea era luchar contra los mitos.

–¿Te sientes cómodo con el adjetivo “irreverente”, ese que no respeta las vacas sagradas?
–Me parece que estoy conforme con eso, no me molesta en lo absoluto.

–Más que el libro, me atrajo mucho los pies de página, porque el lector puede encontrar ahí mucha más información ‘secreta’ sobre los escritores…
–Los pies de página tienen varios objetivos. El primero era consignar la fuente de se ha tomado la cita; el segundo fue para darle cierta apariencia de verosimilitud a todo, y el tercero era consignar un montón de historias que no tenían espacio arriba (en el texto principal). También hay un cuarto objetivo: hacer más vínculos fuera de los links principales del texto principal, que sugieren otros caminos, otras vinculaciones. Lo principal era contar un montón de historias que no podían estar de otro modo.

–He leído historias de plagio, de traición, de amantes irresistibles, de broncas mediáticas, ¿cuál de los escritores reseñados te cautivó más?
–Varias, por ejemplo la de Guillermo Thorndike que tiene tanta gente en contra de él, encontré demasiadas fuentes, como había tanta gente rajando de él, lo que hice fue un largo diálogo donde hablan un montón de personajes.

–Y llegas a la conclusión, como se desprende del libro, que era un genio, pero también una persona muy motivada por cualquier ruta que le diera poder...
–Sí, era un tipo sumamente talentoso, sin duda. Pero era  un ser humano, ese es el punto. Todos terminamos pecando de la misma forma; es decir, me ofrecen más plata y nos torcemos, lo que pasa es que hay casos más visibles que otros. En general, creo que son seres humanos y cometen delitos como los cometemos todos. En el caso de Thorndike es un delito menor pero en mayor escala, porque ese tipo de transas por intereses los hacemos todos.

–Todos claudicamos ante el poder…
–Todos claudicamos ante algo.

–¿Tú crees que el ego es una condición sine qua non de los escritores?
–En los literatos sí, si ya estás exponiendo tu voz a los demás, hay una búsqueda de reconocimiento. Uno escribe para publicar, para que otros lo lean y para encontrar opiniones favorables. Claro, el ego es fundamental.

–¿Y tú, como escritor y periodista, particularmente cómo manejas el ego?
–Creo que no lo manejo (Risas). Lo que sí podría decir es que a veces uso un poco de humor, entonces termino burlándome de mí mismo. La gente que ya me conoce, sabe que no me molesto demasiado, más bien me río. 



Broncas e ideologías literarias

–Un aspecto interesante de tu libro son los cambios ideológicos de los escritores y periodistas, hablemos de Vargas Llosa, de Hildebrandt…

–Los cambios de opinión son muy naturales, todo el mundo tiene derecho de pensar cosas distintas de acuerdo a la época; eso no necesariamente significa claudicación, algunos evolucionan ideológicamente, puestas como las puse en el libro dan la impresión de una contradicción.



–¿Y las broncas entre los escritores?

–Son muy naturales y comunes, siempre hay choques de ego. En el caso del escritor siempre sale la foto del escritor en la solapa del libro; la relación entre el autor y la obra es directa. El escritor termina exponiéndose mucho más que cualquier otro artista, entonces es natural que un escritor se sienta mínimamente herido por cualquier crítica a su libro, siempre hay esa conexión íntima.
 

domingo, 23 de agosto de 2015

Bajo el brillo de Las Vegas



Las Vegas es el imperio de lo superlativo. No hace mucho, un jeque árabe reservó todo un piso de un exclusivo hotel para poder gozar sin intromisiones del lujo al que está acostumbrado. Trajo consigo su flota de cocineros, mayordomos, choferes, guardaespaldas, doncellas y esclavos. Sí, esclavos.  Me lo cuenta Magna, quien trabaja como manager de piso en el Aria, uno de los superhoteles que florecen a lo largo del llamado strip de la Ciudad del Pecado, mientras conduce por la autopista. La fastuosidad de estos hoteles deslumbra por donde se le mire; casi podría decirse que sus pisos alfombrados, su profusa iluminación, sus monumentales dimensiones, su impecable servicio y, claro está, sus gigantescos casinos, forman parte de un reino encantado. Un planeta diseñado milimétricamente para que el turista gaste hasta el último dólar mientras contempla boquiabierto el esplendor de sus luces multicolores.

La clásica imagen de los casinos y apostadores que suelen mostrar las películas es solo una pequeña parte de lo que Las Vegas esconde en sus entrañas. En las calles la oferta va desde estupendos músicos callejeros hasta modernos trenes que circulan por lo alto de hoteles. Precisamente, caminando por el strip, descubro una exhibición que pasa inadvertida para la horda de turistas que invade las calles de Las Vegas las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Se trata de una exposición de los suntuosos trajes que usó Liberace, el extravagante, homosexual y millonario pianista ítalo-americano que cautivó a miles de personas con sus emotivos recitales. Cada uno de los trajes está avaluado en varios de cientos de miles de dólares. Nada extraño si se tiene en cuenta que las prendas fueron confeccionadas por afamados diseñadores internacionales y están hechas de armiño, seda, piedras preciosas y otros detalles. Puestas sobre el maniquí, parece como si el espectador estuviera contemplando los trajes de un semidiós barroco rumbo al Olimpo. Será por eso, dicen, que Liberace cobraba en grande cuando se trataba de subir a un escenario. Después de todo, las ventas estaban aseguradas por su carisma irresistible, el glamour y la pasión con que el extravagante artista se entregaba a las teclas.

domingo, 9 de agosto de 2015

“Al arte no se llega por una varita mágica”



Pase lo que pase, Juan Manuel Ochoa seguirá siendo ‘El Jaguar’ para el común de los peruanos. Y es que el personaje de la película La ciudad y los perros le dio más fama que fortuna. El actor habla de su trabajo artístico y de los altos y bajos de su vida.

–¿Te siguen llamando ‘Jaguar’ en las calles o esa tendencia ha disminuido?
–Al contrario, ha subido porque aunque te parezca mentira, cada año más gente ve La ciudad y los perros –la compran en DVD y está en todas partes–, y como la novela es parte del Plan Lector, hay una nueva generación que ha visto la película.

–¿Y no te fastidia eso?
–No, no, porque para mí es un privilegio haber hecho una película hace tanto tiempo, han pasado más de 30 años y sigue en vigencia, y que me ha dado un nombre en la cinematografía peruana.

–¿Cuál crees que fue la magia de ese personaje para calar tanto en la memoria colectiva?
–Yo creo que el personaje está muy bien diseñado, tanto así que en una oportunidad que coincidí con Mario Vargas Llosa me dijo, luego de ver la película: “después de haberte visto ya no concibo al Jaguar diferente que tú”.

–Que lo diga el propio autor es el elogio más grande que te pueden hacer…
–Tienes toda la razón, La ciudad y los perros me ha traído muchas cosas buenas.

–La fama te llegó rápido, eras un muchacho. Me imagino que esto en un momento te trajo problemas.
–Yo tenía 25 años, había egresado de la Escuela de Teatro ya había hecho algo de teatro, pero con la película la fama llegó de sopetón, la fama puede marearte, imagínate.

–¿Tú te mareaste?
–Al principio es inevitable. De repente sales, y de la noche a la mañana, la gente te conoce en las calles, te pasan la voz, te revientan cohetes, vas a un baile y las chicas quieren bailar contigo… es fuerte eso, puede ser a veces chocante, porque para tu familia tú sigues siempre el mismo. Para mí fue muy importante en esos momentos el peso de mi formación académica, porque te da tres cosas invaluables: discplina, ética y mística, eso es lo que te hace recordar que eres solo un actor y que la fama son gajes del oficio.

–Que es una ola, y que va a pasar…
–Que es una ola, y así como pueden decir cosas bonitas de ti, cuidado que también pueden decir cosas terribles.

–Son las dos caras de la moneda…
–Exacto, y te hace ver que no estás haciendo nada extraordinario que otro profesional pueda hacer. Mi trabajo  es construir personajes, eso en el teatro está más regulado porque termina el show y el personaje se va, en el cine y en la televisión son rodajes que pueden durar semanas, y donde estás como en una burbuja. Además estás siendo atendido por un staff de personas que atienden lo que necesitas. Cuando termina el rodaje y vas a tu casa, te has ido a tomar unos tragos con los compañeros del rodaje, llegas a la 1 de la mañana y tu mujer está caliente, y tú lo último que quieres es discutir porque mañana te van a recoger a las 7 de la mañana.

–Lo que tú dices es bien interesante porque la gente que no está en este mundo piensa que la vida del actor es fácil y llena de glamour.
–Hay bastante chamba. Yo sostengo que al arte en general no se llega por una varita mágica ni tocado por una mano divina, implica sumergirte en investigación histórica, psicológica y un ensayo permanente para que construir bien el personaje.

–Dijiste en una entrevista que quizá no habías trascendido en el extranjero porque te faltaba un manager, ¿lo dijiste en broma o en serio?
–No, en serio, ahora sí ya lo tengo (risas), ya me están llegando unas propuestas interesantes.

–Tocaste fondo con el tema de las drogas, ¿te queda algún vicio?
–Bueno, las adicciones no se curan jamás, aprendí a manejarlo, a quitarles espacios. En estos últimos años nació mi hija y eso ha significado una motivación nueva, tanto así que estoy con mi nueva pareja durante diez años. 

domingo, 20 de enero de 2013

“Soy como los gitanos, me adapto a cualquier lugar”




Gianni Ceron Epidotti es el dueño de un emblemático café del centro de Trujillo.  Dice que es temperamental, pero que se “enfría rápido”. Él contó parte de su vida en una cena donde no faltó la buena pasta y un espirituoso vino tinto.


–Cuénteme, don Gianni, ¿cómo así llega a Trujillo?

–Yo me casé con una trujillana, me fui a mi tierra, Venecia, a vivir, vivimos ahí un año y después, debido a la nostalgia de la familia, de parte de mi señora, pensamos en venir al Perú.



–¿Y en qué momento asume la administración del Demarco?

–Yo tengo más de 50 años de trayectoria en el rubro de restaurantes y bares. Una noche,en el Club Libertad, un paisano me dijo que el señor Demarco quería vender su restaurante. Me dijo: “eso está bien para ti”. Fuimos con mi señora y mi suegro para ver las condiciones, y Demarco nos dio todas las facilidades porque él quería regresar a Italia.



–¿Y cuando ya estaba al frente, le pareció que este era el negocio que quería seguir?

–Había muchas cosas por hacer, tuve que arreglar el mobiliario, cambiar el piso y otros arreglos.



–¿Cuál es el secreto del éxito de su negocio, que tiene tantos años?

–Yo tuve buenos consejeros cuando trabajé muchos en Italia. Uno de ellos que me dijo: “tú dale de comer bien a la gente, cóbrale lo correcto y no se quejará”. Pero si tú le das una porcioncita de dieta y le cobras, el cliente viene una vez y ya no regresa.



–Pero acá los precios no son baratos…

–Sí, quizás, pero tenemos dos tipos de menúes, y especial incluye una copa de vino, o cerveza y eso queda a elección del cliente.



–¿Cómo es su forma de dirigir a sus empleados?

–Bueno, hay siempre que ir limando como el lápiz. Muchas veces hay que llamar la atención, “mira, que esto está mal; mira, que el cliente está esperando”, y lo importante es hacerles recordar que el cliente es cliente hasta que sale del local, no solo cuando se le sirve su pedido.


–¿Le costó mucho acostumbrarse al Perú, dejar su familia en Italia?

–No, porque yo tenía otra familia acá. Además, yo soy igual que los gitanos, en cualquier lugar me acomodo (risas).



–Su hijo falleció en un hospital de Trujillo, ¿cómo enfrentó ese duro momento?

–Mi primera reacción fue pensar por qué, con tanto delincuente que hay, tenía que ser mi hijo el que moría; después de un tiempo me puse a pensar: “Cristo, tú eres un ser injusto”, porque yo era el más viejo y me esperaba a mí ese turno, pero más tarde, me dije: “si tú, Cristo, que  eres el dueño de todo y te dejaste meter en la cruz, qué podemos esperar nosotros”.



–¿Y usted cree mucho en Jesús?

–Bueno, yo soy cristiano católico, creo en Cristo, pero no en Dios.



–No cree en Dios…

–No, Dios es el inicio de una fábula, algo surreal; Cristo sí fue un personaje que sí vivió aquí en la Tierra, fue real.



–¿Es usted de buen carácter o un poco colérico?

–Hay momentos que reacciono, pero también me enfrío rápido.



–O sea que usted tiene el espíritu sanguíneo de los italianos…

–Sí, sí, soy muy chispita.



–¿Y su esposa, en todos estos años, qué le dice a usted?

–Hay momentos que me decía que era un loco (risas).Robaban por acá (en el jirón Pizarro) y yo me metía a seguir al ladrón, lo agarraba y lo llevaba a la comisaría.



–¿De verdad?

–Sí, mi esposa me decía: “¿por qué te metes?, algún día te van a dar una cuchillada”, pero mi instinto me impulsaba a hacer eso, quizá sea porque yo estaba en la barriga de mi mamá cuando fue la Segunda Guerra Mundial (risas).



–¿Cuál diría que es su mayor virtud?

–Bueno, yo no puedo decirlo, eso debe decirlo el público.



–Pero qué le dice la gente, su esposa…

–Bueno, en el matrimonio siempre hay subidas y bajadas, el que dice que no ha discutido nunca, yo le diría “eres un mentiroso”. Lo importante es saber la responsabilidad de cada uno y no existe en el matrimonio el bueno o el malo, la cuestión es saber resolver los problemas.

–Lo interesante es que usted es exitoso en los negocios y también en el amor…

–(Risas) Yo conocí a mi señora en dos noches…



–¡En dos noches!

–En Venecia, yo le decía, ¿por qué te regresas a Trujillo?



–O sea que fue un amor a primera vista…

–Sí, sí. Ella estaba en la Plaza San Marcos y me dijo: “por favor, ¿me puede tomar una foto?”.Donde había miles de turistas, justamente me tocó a mí (risas).



–¿Y qué le impactó de ella?

–La forma de su cara, la veía diferente, sentía dentro de míalgo diferente.



–¿Qué le gusta y qué le molesta de Trujillo?

–Bueno, la gente es muy buena, muy cordial, pero lo que a mí me irrita es que no respeten las reglas; hay un semáforo que está en rojo y la gente cruza. Un semáforo lo han instalado por un motivo, para que la gente lo respete. Yo manejo por la avenida Juan Pablo II, a las dos de la madrugada, el semáforo está en rojo y yo me paro.



–Una anécdota especial de su restaurante que me pueda contar…

–La primera vez que vino Raphael a Trujillo, vino a cenar acá. Me dijo que él también conocía Venecia, que había estado allá de luna de miel. Lo atendimos con sandwichs y bebidas durante el intermedio de su actuación en el Gran Chimú.



–¿Y le gustó la comida?
–Sí, estuvieron acá hasta las tres de la mañana.