Al igual que en la solapa de su libro, una nube plomiza
acompaña a Leonardo Aguirre mientras fumando espera el momento de la entrevista
en el patio del hotel. El escritor limeño ha remecido a nuestra fauna literaria
con su último libro: Asociación Ilícita (Animal de Invierno, 2015), donde
desnuda las debilidades –y hasta delitos– de escritores peruanos de las más
diversa extracción. A su paso por Trujillo, donde presentó su última obra, nos
concedió una entrevista.
–Lo primero que me llamó la atención de tu libro es la
advertencia que hacen los editores: “La editorial no asume ninguna
responsabilidad por el contenido del presente libro, siendo el autor el único
responsable por la veracidad por de las afirmaciones y/o comentarios vertidos
en esta obra”. Suena un poco como “sálvate solo, compadre”.
–Estaban un poco asustados (risas) por posibles
problemas legales, por posibles demandas. Incluso hubo la sugerencia de quitar
un par de biografías, precisamente por ese mismo miedo, pero no acepté, pues.
Lo que hice en algunos casos fue corregir algunos detalles para que el narrador
fuera mucho más objetivo, frío y distante. Si yo hubiese hecho el libro sin
edición, probablemente me hubiera puesto en problemas, pero igual los tuve.
–A propósito de eso, vi en Caretas que tuviste una
bronca mediática con el escritor Víctor Coral. ¿Has recibido más críticas de
ese tipo?
–Curiosamente, no. A pesar de todos los miedos, lo
gracioso con este señor es que todo lo que dijo, lo dijo antes de leer el
libro.
–Se basó en rumores…
–Leyó una entrevista donde yo dije algunas cosas sobre
el libro y pensó que iban a salir algunas cosas publicadas, que las hay claro,
pero no en la forma en que él esperaba que estuviesen. Porque apenas salió el
libro, el tipo se calló y dejó de fastidiar.
–Me interesa un poco cuál sido tu criterio de selección
de los reseñados, porque hay de todo, como Abimael Guzmán, Giuliana Llamoja y
el misterioso Hildebrando Pérez Huarancca…
–El criterio ha sido más bien el error. Primaba más el
hecho de que estos personajes hayan cometido alguna falta, enorme o mínima,
antes que tuvieran una gran bibliografía. Digamos que el único requisito para
estar en el libro era haber publicado un libro. Está Giullana Llamoja, que solo
ha escrito un poemario o Hildebrando Pérez, que solo escribió un libro de
cuentos.
–Las personas que no son muy entendidas en el tema de
literatura pensarán, al leer tu libro, que la literatura es una especie de
sentina donde se mueven los más oscuros intereses, delitos, envidias,
traiciones. ¿Tu intención fue desacralizar esta visión que tiene el ciudadano
de a pie respecto a los literatos?
–(Piensa) Sí, quizá sí, siempre me ha interesado
cuestionar los estereotipos, bajarlos a tierra, convertir a estas figuras
públicas en seres humanos, que tienen errores como todos, que la cagan como
todos. La idea era luchar contra los mitos.
–¿Te sientes cómodo con el adjetivo “irreverente”, ese
que no respeta las vacas sagradas?
–Me parece que estoy conforme con eso, no me molesta en
lo absoluto.
–Más que el libro, me atrajo mucho los pies de página,
porque el lector puede encontrar ahí mucha más información ‘secreta’ sobre los
escritores…
–Los pies de página tienen varios objetivos. El primero
era consignar la fuente de se ha tomado la cita; el segundo fue para darle
cierta apariencia de verosimilitud a todo, y el tercero era consignar un montón
de historias que no tenían espacio arriba (en el texto principal). También hay
un cuarto objetivo: hacer más vínculos fuera de los links principales del texto
principal, que sugieren otros caminos, otras vinculaciones. Lo principal era
contar un montón de historias que no podían estar de otro modo.
–He leído historias de plagio, de traición, de amantes
irresistibles, de broncas mediáticas, ¿cuál de los escritores reseñados te
cautivó más?
–Varias, por ejemplo la de Guillermo Thorndike que
tiene tanta gente en contra de él, encontré demasiadas fuentes, como había
tanta gente rajando de él, lo que hice fue un largo diálogo donde hablan un
montón de personajes.
–Y llegas a la conclusión, como se desprende del libro,
que era un genio, pero también una persona muy motivada por cualquier ruta que
le diera poder...
–Sí, era un tipo sumamente talentoso, sin duda. Pero
era un ser humano, ese es el punto.
Todos terminamos pecando de la misma forma; es decir, me ofrecen más plata y
nos torcemos, lo que pasa es que hay casos más visibles que otros. En general,
creo que son seres humanos y cometen delitos como los cometemos todos. En el
caso de Thorndike es un delito menor pero en mayor escala, porque ese tipo de
transas por intereses los hacemos todos.
–Todos claudicamos ante el poder…
–Todos claudicamos ante algo.
–¿Tú crees que el ego es una condición sine qua non de
los escritores?
–En los literatos sí, si ya estás exponiendo tu voz a
los demás, hay una búsqueda de reconocimiento. Uno escribe para publicar, para
que otros lo lean y para encontrar opiniones favorables. Claro, el ego es
fundamental.
–¿Y tú, como escritor y periodista, particularmente cómo
manejas el ego?
–Creo
que no lo manejo (Risas). Lo que sí podría decir es que a veces uso un poco de humor,
entonces termino burlándome de mí mismo. La gente que ya me conoce, sabe que no
me molesto demasiado, más bien me río.
Broncas e ideologías literarias
–Un aspecto interesante de tu libro son los cambios
ideológicos de los escritores y periodistas, hablemos de Vargas Llosa, de
Hildebrandt…
–Los cambios de opinión son muy naturales, todo el
mundo tiene derecho de pensar cosas distintas de acuerdo a la época; eso no
necesariamente significa claudicación, algunos evolucionan ideológicamente,
puestas como las puse en el libro dan la impresión de una contradicción.
–¿Y las broncas entre los escritores?
–Son muy naturales y comunes, siempre hay choques de
ego. En el caso del escritor siempre sale la foto del escritor en la solapa del
libro; la relación entre el autor y la obra es directa. El escritor termina
exponiéndose mucho más que cualquier otro artista, entonces es natural que un
escritor se sienta mínimamente herido por cualquier crítica a su libro, siempre
hay esa conexión íntima.