Pase lo que pase, Juan Manuel Ochoa seguirá
siendo ‘El Jaguar’ para el común de los peruanos. Y es que el personaje de la
película La ciudad y los perros le
dio más fama que fortuna. El actor habla de su trabajo artístico y de los altos
y bajos de su vida.
–¿Te siguen llamando ‘Jaguar’ en las calles o esa
tendencia ha disminuido?
–Al contrario, ha subido porque aunque te parezca
mentira, cada año más gente ve La ciudad
y los perros –la compran en DVD y está en todas partes–, y como la novela
es parte del Plan Lector, hay una nueva generación que ha visto la película.
–¿Y no te fastidia eso?
–No, no, porque para mí es un privilegio haber hecho una
película hace tanto tiempo, han pasado más de 30 años y sigue en vigencia, y
que me ha dado un nombre en la cinematografía peruana.
–¿Cuál crees que fue la magia de ese personaje para calar
tanto en la memoria colectiva?
–Yo creo que el personaje está muy bien diseñado, tanto
así que en una oportunidad que coincidí con Mario Vargas Llosa me dijo, luego
de ver la película: “después de haberte visto ya no concibo al Jaguar diferente
que tú”.
–Que lo diga el propio autor es el elogio más grande que
te pueden hacer…
–Tienes toda la razón, La ciudad y los perros me ha traído muchas cosas buenas.
–La fama te llegó rápido, eras un muchacho. Me imagino
que esto en un momento te trajo problemas.
–Yo tenía 25 años, había egresado de la Escuela de Teatro
ya había hecho algo de teatro, pero con la película la fama llegó de sopetón,
la fama puede marearte, imagínate.
–¿Tú te mareaste?
–Al principio es inevitable. De repente sales, y de la
noche a la mañana, la gente te conoce en las calles, te pasan la voz, te
revientan cohetes, vas a un baile y las chicas quieren bailar contigo… es
fuerte eso, puede ser a veces chocante, porque para tu familia tú sigues
siempre el mismo. Para mí fue muy importante en esos momentos el peso de mi
formación académica, porque te da tres cosas invaluables: discplina, ética y
mística, eso es lo que te hace recordar que eres solo un actor y que la fama
son gajes del oficio.
–Que es una ola, y que va a pasar…
–Que es una ola, y así como pueden decir cosas bonitas de
ti, cuidado que también pueden decir cosas terribles.
–Son las dos caras de la moneda…
–Exacto, y te hace ver que no estás haciendo nada
extraordinario que otro profesional pueda hacer. Mi trabajo es construir personajes, eso en el teatro
está más regulado porque termina el show y el personaje se va, en el cine y en
la televisión son rodajes que pueden durar semanas, y donde estás como en una
burbuja. Además estás siendo atendido por un staff de personas que atienden lo
que necesitas. Cuando termina el rodaje y vas a tu casa, te has ido a tomar
unos tragos con los compañeros del rodaje, llegas a la 1 de la mañana y tu
mujer está caliente, y tú lo último que quieres es discutir porque mañana te
van a recoger a las 7 de la mañana.
–Lo que tú dices es bien interesante porque la gente que
no está en este mundo piensa que la vida del actor es fácil y llena de glamour.
–Hay bastante chamba. Yo sostengo que al arte en general no
se llega por una varita mágica ni tocado por una mano divina, implica
sumergirte en investigación histórica, psicológica y un ensayo permanente para
que construir bien el personaje.
–Dijiste en una entrevista que quizá no habías
trascendido en el extranjero porque te faltaba un manager, ¿lo dijiste en broma
o en serio?
–No, en serio, ahora sí ya lo tengo (risas), ya me están
llegando unas propuestas interesantes.
–Tocaste fondo con el tema de las drogas, ¿te queda algún
vicio?
–Bueno,
las adicciones no se curan jamás, aprendí a manejarlo, a quitarles espacios. En
estos últimos años nació mi hija y eso ha significado una motivación nueva,
tanto así que estoy con mi nueva pareja durante diez años.
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