domingo, 8 de mayo de 2011

Come on baby!


Querido Piero Alonso:
Te confesaré que tu madre me sorprendió cuando me dijo que –ya-ya– saldrías a conocer el mundo exterior. Que el doctor le había dicho que tú y ella se quedaban internados en la clínica y que me apresurara a recoger el bolso con todos tus implementos y que pidiera de una vez mis cuatro días sabáticos de paternidad responsable. La verdad –lo admito– es que me quedé petrificado con la noticia, sin atinar a nada, sin saber qué hacer ni qué decir, porque se suponía que debías nacer dentro de dos semanas y no ahora en que salía de lo más despreocupado de la sala de profesores.
Tendrás que comprender, hijo, que tener una criatura a mis cuarenta y tantos años es una experiencia maravillosa, pero al mismo tiempo intimidante. Durante los más de ocho meses que estuviste en ese paraíso acuoso del vientre de tu madre (ya está comprobado que no hay etapa más feliz en la vida de un hombre) me imaginaba cómo serías y qué futuro te esperaba en este mundo de gente no tan cuerda.
Así que me he tomado la libertad, si me lo permites, de escribirte algunas cosas, ahora que ya veo que eres un nene hermoso y despierto, gracias, seguramente, a los genes positivos de tu madre.
El tercer planeta
En primer lugar, Pierito, te espera un planeta bastante trajinado, con un medio ambiente que ha sido sistemáticamente destruido por grandes empresas capitalistas y en parte, también, por los que vinieron antes que tú y por quienes seguimos habitando este mundo al que llamamos Tierra. Dicen los apocalípticos que el calentamiento global nos terminará exterminando. Y si no es eso, será una trágica profecía Maya. O el Argamedón bíblico. No les creas. Se trata de un grupo de cretinos que cada cierto tiempo salen a anunciar el fin del mundo. Ya lo hicieron en el año 1000 d.C, en el 2000 d.C y seguramente volverán a anunciar cataclismos en el 3000 d.C. Lo que en verdad quieren es que vivas en las cavernas del oscurantismo, privarte de los placeres terrenos y de manipularte para que seas una pieza más en el engranaje del conformismo.
La tarea, por supuesto, no será fácil. Se requiere de coraje para salir
del coro monocorde y de la masa apabullante, pero conveniente. Se requiere de valor para ir contra la corriente cuando es necesario, aunque sufras la censura de una sociedad acostumbrada a sus viejas mañas. Sin embargo, el dulce fruto de la libertad y del florecimiento interior vale todos los sacrificios.

Generación Z
Más bien tengo confianza de que los chicos de tu generación serán capaces de vivir más armoniosamente con la naturaleza. De lograr un nivel de conciencia superior. De no dejarse influenciarse por religiones, estados, políticos, y trabajar por ese mundo ideal que preconizaba John Lennon en su canción Imagine. Y sobre todo, Piero Alonso, confianza en que serás capaz de escoger tu propio camino más allá de lo que los demás quieran hacer de ti.
Por mi parte, prometo reunir desde ahora toda la paciencia que me falta y esforzarme por darte todo mi apoyo para que tu estrella brille con luz propia, para que dances al ritmo de tu propia melodía, para que marques tu propia huella. Es seguro que cometeré errores, porque lamentablemente soy un individuo con más defectos que virtudes.
Felizmente tu buena madre sabrá compensar con creces el desequilibrio paterno. Así que mantengo la secreta convicción de que serás juicioso, ordenado, hábil y planificador como ella. Ojalá heredes lo servicial y bondadoso de tu abuelo materno, el humanismo y sabiduría de tu abuelo paterno y algo de la elegancia de tus abuelas. De mí, me gustaría que repliques sólo dos cosas: el entusiasmo intermitente y algo de rebeldía, gracias a los cuales he podido sortear varias dificultades.
Y en cuanto a profesión, te lo diré sin ambages: ojalá no seas periodista. Hay mucha presión y danza de egos. Pero si a pesar de todo decides seguir la profesión de tus padres, espero que algo de mi experiencia en este oficio te sirva en la batalla. Y que me superes en lo poco o mucho que haya logrado. Después de todo, gracias al periodismo fue que conocí a tu madre, gané algunos premios y conocí otros países.
Finalmente, Piero Alonso, el único consejo que te puedo dar de aquí en adelante es que el elemento natural del ser humano es la incertidumbre. Aprende a vivir en ella y a gozar en libertad de tu propio modo de ser. Ahora que te veo jugueteando en tu cunita compruebo que eres un milagro de la existencia.
Bienvenido a la fiesta, Piero Alonso.

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