domingo, 10 de julio de 2011

“El único chiste bueno que he oído es mi propia vida"


Se llama Williams López, pero todos lo conocen como ‘Rasu Ñiti’. Cantautor, músico, actor e improvisado contador de chistes, el polifacético artista que ha recorrido el mundo tuvo un cambio de palabras con Mr. Hyde.


–Pasaste tu infancia en Huamachuco, ¿qué recuerdo especial nos podrías contar?
–Yo pasé mi infancia hasta tercer año de primaria en Huamachuco, estudié en el colegio San Nicolás. Una de las anécdotas que más recuerdo es que yo solía sentarme en una meseta junto al río y me imaginaba tener un circo, soñaba tener un circo y recreaba en mi imaginación todo el espectáculo con los payasos, los malabaristas, los animales, etc.

–O sea que tú te adelantaste a la actividad artística a la que te ibas a dedicar…
–Sí, pues, pero era de una manera intuitiva porque de niño mis primera actividad era la gimnasia. En el colegio primario, por intuición, empecé a desarrollar mi propia rutina: caminar en manos, volteretas, todo lo que hace un gimnasta, entonces congregaba a la gente para que me vean, era un poco el saltimbanquis del colegio.

–Luego te trasladas a San Pedro de Lloc…
–Sí, y ahí me pasa una cosa curiosa: yo participaba en el coro y seguía con mi gimnasia, un día llega un circo llamado Nory, recuerdo, y como yo hacía estas piruetas, me comienzan a llamar “Nory, Nory.” También hubo un concurso de pirámides humanas, todos eran de secundaria y a mí me eligieron para ser el pináculo de la pirámide; tuve que subir hasta el último y para mí fue una sensación muy especial estar allá arriba.

–Me has contado que ustedes son nueve hermanos, ¿cómo hacían?, ¿era fácil la convivencia?
–Casi todo el tiempo hemos vivido juntos bajo la tutela de mi abuela, que era una sabia analfabeta. Ella nos criaba porque nuestros padres eran profesores en la sierra.

–¡¿Y cómo hacía tu abuela para lidiar con nueve chicos?!
–Es que tenía una gran intuición y una manera de dirigir que se parecía mucho al matriarcado. No la podíamos engañar, era muy intuitiva porque con la mirada al toque nos captaba las travesuras. Y después, nosotros mismos por intuición, por la carencia misma de los padres, cada uno se iba autoeducando, no necesitábamos que nos digan “oye, estudia”, no. Además teníamos un tío que tenía una educación muy rígida y él nos inculcó la disciplina y la lectura, porque tenía una gran biblioteca.

–¿En qué circunstancias sientes el llamado del arte?
–La primera actividad que desarrollo es en los coros, en la primaria. Luego vengo acá a Trujillo donde hubo un tiempo donde no me interesaba el arte…

–¡¿No te interesaba?!
–Digamos que no había un incentivo que despertara lo que tenía dormido. Después, casi de forma intuitiva me pongo a buscar un lugar donde enseñaran música. Encontré el Conservatorio, me matriculé y luego ya comencé a estudiar piano y a integrar los coros del INC, estudio ballet y cuando termino secundaria, empiezo a estudiar Administración en la UNT y paralelamente teatro en la Escuela. Mi rutina era de las 7 de la mañana hasta las 9 de la noche. (risas)

–¡Estabas todo el día estudiando!
–Sí, como era cerca todo, salía de la universidad, que en esa época estaba en la Plaza de Armas, y me iba a la Casa de la Cultura, que más parecía mi casa. Lo bueno era que no pagaba renta (risas).

–¿Qué es lo que más disfrutas del arte: el teatro, la música, el canto?
–Creo que el arte es un todo. Básicamente las disciplinas artísticas te ayudan a formarte como persona, dicen que por mi signo, tengo la tendencia de abarcarlo todo, entonces yo me siento bien en todo.

–Eres un ‘todoterreno’ del arte…
–Sí, un todoterreno, pero con las llantas malogradas (risas).

–Una última pregunta: ¿cómo te gustaría ser recordado?
–Te contesto con un chiste: Para envejecer se necesita un poco de gloria, un poco de dinero o un poco de humor. Mi única posibilidad es la última, por eso me río de mí mismo, el único chiste bueno que he oído es mi propia vida (risas).

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