Olga Cachi Sánchez es la propietaria de la actual dulcería ‘Doña Carmen’, de la octava cuadra del jirón San Martín. Su local ha endulzado los paladares de varias generaciones de trujillanos.
–Cuénteme, doña Olga, sé que la tradición familiar de los postres la inició su abuela en 1925…
–Desde antes de 1925 ya mi abuela tenía su pequeño negocio. Empezó con unas cuantas mesitas y luego, cuando ya tuvo bastante acogida, pensó en poner más sillas en su casa, porque aquí era la casa de ella.
–¡O sea que aquí siempre funcionó Doña Carmen!
–Sí, desde antes de 1925 atendemos en el mismo local.
–¿Y eso es una tradición para usted?
–Claro, pues, es una tradición y la mejor herencia que nos ha podido dejar mi abuela. Cuando fallece mi abuela, mi madre entra a administrar la tienda.
–Entonces, usted aprende los secretos del negocio, de su madre.
–Claro, yo compartía mis estudios con el aprender a hacer los dulces. Mi mami siempre me llamaba, me decía: “tu tienes que aprender para que esto continúe, porque si yo desaparezco ya no hay nada”, y bueno, fue así como me enseñó todo: cómo se preparaba, los ingredientes, etc. Recuerdo que ella decía: “nunca pienses en ganar mucho, lo importante es brindar al público un producto bueno”.
–¿Y a usted le gustaba cuando su mamá le enseñaba, o al principio le parecía un poco aburrido?
–La verdad que sí me gustó bastante desde un principio, yo tenía mucha curiosidad por aprender.
–¿Se acuerda cuántos años tenía en esa época?
–Mire, yo he empezado prácticamente desde los 18 años, saliendo ya del colegio.
–Y entre la universidad y la repostería, ¿tenía tiempo para su vida personal?
–Sí, sí, claro, incluso, cuando la empleada salía de vacaciones yo la reemplazaba. Yo, con mi hermana Juanita, que ya falleció, entrábamos a la cocina, y así aprendíamos más.
–¿Hay algún secreto para que ‘Doña Carmen’ tenga una acogida permanente en el público?
–Yo pienso que es la calidad que uno mantiene y también la forma de preparación que tenemos. Por ejemplo, nuestro arroz con leche es diferente al de Lima.
–¿Es verdad que cuando uno está enojado o de mal humor los postres se malogran?
–Claro, influye mucho, especialmente en los postres que se baten. El tajadón es un postre muy delicado, el pie de limón, de igual manera; si tú estás de mal humor el merengue como que se te hace agua, como que se te suelta.
–¿Y le ha pasado?
–¡Claaro! (risas), por eso cuando mi secretaria está de mal humor, no entra a la cocina (risas).
–¿Cuántos postres, más o menos, vende al día?
–Será, pues, unos 400, más o menos…
–¡Cuatrocientos!
–Sí, sí.
–He leído también que a su dulcería han venido personajes famosos como Víctor Haya de la Torre o Fernando Belaunde…
–Bueno, mi abuelita contaba que el sitio preferido de Haya de la Torre era ese rinconcito de allí (muestra una esquina de su local). Era su mesa, exclusivamente se sentaba allí. Después ha venido Belaunde, Alan García…
–¿Y cuál era el postre favorito de Haya de la Torre?
–El arroz con leche y su mazamorra, el sambito también sé que le gustaba mucho.
–Ahora, usted también se ha hecho conocida porque la han invitado a la reciente feria gastronómica Mistura…
–Bueno, Sandra Plevisiani, quien estuvo a cargo del rubro repostería, recorrió todo el Perú, y le habían hablado mucho de mi dulcería, entonces vino acá, me hizo un reportaje muy bonito y la verdad que salió muy satisfecha.
–¿Y allí la invitó a Mistura?
–No, a los tres meses de ese reportaje, me llamó por teléfono, me dijo: “señora Olga, usted ha sido seleccionada para representar a Trujillo en la repostería”.
–Me imagino que le fue muy bien, porque en Mistura son miles y miles de personas que van todos los días a comer…
–Tuvimos mucha acogida, fue una experiencia muy linda, conocí a mucha gente, a representantes de Piura, de Ica.
–Se hizo más famosa de lo que ya es…
–Sí, bastante, en realidad me buscaban bastante. Yo había llevado solamente el budín de coco y la crema volteada, porque el auspiciador de ese bulevar de repostería, era una empresa de lácteos, y teníamos que llevar postres hechos en base a leche condensada. Como era primera vez, llevé una pequeña cantidad.
–¿O sea que se quedó corta con los postres que había llevado…
–Me quedé corta, volaron.
–Hay una cosa que me llama la atención: su local lo mantiene casi igual, a pesar de los años, ¿qué dice la gente al respecto?
–La gente me dice: “señora, no cambie su local, manténgalo así, porque me hace recordar cuando yo venía con mi esposo”. Los clientes viene aquí porque dicen que es más acogedor y se sienten más en familia.
–¿Cuál es el tipo de cliente que viene aquí?
–De todo, vienen jóvenes y también gente mayor. Por ejemplo, los mayores traen a sus hijos, y así continúa la tradición. Siempre me dicen: “señora, aquí en este sitio me sentaba yo con mi enamorada, su tienda tiene la culpa de que yo me haya casado”. (risas)
–¿Tiene alguna anécdota que recuerda con especial cariño?
–Varias, pero una de las que más me acuerdo es la de un cliente que siempre viene de Lima. Eran como las 11 de la noche, ya había cerrado, cuando se pusieron a gritar afuera, a hacerme una barraza: “¡Doña Carmen, Doña Carmen!”, yo estaba con piyama, salgo a mirar por la ventana y habían tres carros afuera. Tuve que abrir la tienda y me quedé hasta la 1 de la madrugada.
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