lunes, 31 de enero de 2011

La felicidad instantánea


La primera vez que Miguel Ángel Cornejo vino a Trujillo provocó una conmoción general. Era como si un semidiós descendiera sobre estas olvidadas tierras para recordar a los mortales de esta solariega villa que SÍ-SE-PUEDE. Que sí-se-puede a pesar de los fantasmas del desempleo, el terrorismo, la delincuencia y otras plagas con los cuales convivíamos lo peruanos.

Fue tal la expectativa que las principales empresas de la ciudad compraron entradas VIP –leáse las más caras– para que sus mejores funcionarios pudieran absorber, casi por ósmosis, las sabias enseñanzas del gurú del ‘positivismo’.

–¿Vas a ir a la conferencia de Miguel Ángel Cornejo? –era la pregunta obligada cuando te encontrabas con cualquier amigo o compañero de trabajo. Lo promocionaron en la televisión, los diarios, las radioemisoras y hasta con altoparlatantes. No había lugar en el que pudieras estar a salvo de este fiebre de ‘Cornejitis’ aguda.

Era, después de todo, el hombre que con su prodigioso verbo era capaz de transformar a los timoratos en corajudos emprendedores, a los grises funcionarios de oficina, en voluntariosos ejecutivos; a los decaídos desempleados, en generadores de su propia empresa y a las amas de casa, en emancipadas mujeres capaces de tomar las más audaces decisiones.

El currículum de Miguel Ángel Cornejo era impresionante. Voluminoso. Además de sus varios títulos académicos, el experto en formar líderes había publicado innumerables libros, sus videos se vendían como pan caliente y había dejado una estela de apoteósicas conferencias en diferentes rincones del planeta.

De más está decir que la conferencia fue un rotundo éxito: las colas en el Coliseo Gran Chimú eran kilométricas y cada persona que allí estaba se sentía bendecida de tener en sus manos el boletito que lo llevaría –sin cortes comerciales– a transformar su mediocre existencia.

Al día siguiente los medios de comunicación informaron con profusión las incidencias de este acontecimiento, casi comparado con la llegada de un rock star. En las calles, los asistentes a tan magno evento salieron con el espíritu rebosante de optimismo y ganas de ‘comerse al mundo’. No había nada más que hablar; el éxito les pertenecía e iban a tomarlo por las buenas o por las malas. Algo, sin embargo, cambió con el transcurso de las semanas: la gran mayoría de gente que salió convencida de convertir sus rutinarias vidas en una máquina del éxito económico se fue diluyendo. Derritiéndose como un bloque de hielo expuesto al sol. Poco a poco fueron retomando sus actitudes pesimistas, sus manías delatoras, sus inveteradas prácticas de un facilismo responsable y la secreta convicción de que este país seguía jodido por una suerte de maldición eterna.

Por su parte, el orador de fuego no sólo se embolsicó una generosa suma de dinero por tan memorable charla, sino que su fama en el país se elevó a niveles siderales. De hecho, el más exitoso fue él: se le considera una de las personas más acaudaladas de esta parte del continente.

Eso ocurrió hace unos 15 años. Hoy, el mismo Miguel Ángel Cornejo, luciendo venerables canas, ha regresado al Perú, pero esta vez para apuntalar la campaña del candidato de la Alianza para el Gran Cambio, Pedro Pablo Kuczynski, quien dicho sea de paso, aprovechó esta charla para levantar sus bonos electorales.

De vuelta al ruedo
A diferencia de su primera presentación, esta vez el costo para acceder a esta marcha magistral fue cero. Para ello, chicos y grandes hicieron su fila con anticipación para recabar el ansiado ticket que les permitiera seguir el lema del evento: “el gran cambio empieza por ti”.

La estrategia electoral, al parecer, dio sus frutos, porque 25 mil almas acudieron puntuales al Estadio Mansiche para recibir la savia milagrosa del verborreico orador. Una vez más don Miguel Ángel encandiló al auditorio con sus bromas, su encendida retórica y esos tips que parecen recorrer tu cuerpo como ramalazos de energía.

Mañana veremos las mismas caras felices de hace una década. Yo miraré sus rostros, esbozaré una sonrisa y diré para mis adentros:
Bullshit!...(Desechos de toro, luego de su proceso alimenticio)

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