miércoles, 20 de enero de 2010
Alfredo Alegría: "El trujillano de hoy sólo piensa en comer, dormir y comprar"
Vaya, vaya. Quién podría adivinar que el destacado docente universitario y crítico de arte Alfredo Alegría se solaza por las noches viendo la teleserie Al fondo al sitio. Pero no lo hace precisamente por diversión, sino porque es un buen referente de la sociedad peruana. Una sociedad que, en muchos aspectos, ha involucionado. En esta entrevista, el intelectual habla, con la clarividencia que le caracteriza, sobre diversos aspectos de la cultura en Trujillo.
Agárrense, bien.
–Aunque parezca una pregunta un poco pueril, ¿Se puede hablar de cultura en el Trujillo del siglo XXI?
–Obviamente en la ciudad de Trujillo y en todas las ciudades, la cultura se da, porque es un hecho humano. El problema está en jerarquizar el sentido cultural, lo que nosotros entendemos por cultura hoy, es muy diferente de lo que entendíamos por cultura ayer. El mundo de hoy está caminando tan rápido que quienes vivimos en dos tiempos, como yo, sufrimos para poder adaptarnos, entonces la cultura que nosotros teníamos ya no encaja en el mundo actual: un mundo interactivo, de redes sociales y un mundo en el que el sentido cultural cívico va dejando de ser porque el contexto ciudadano no es más que una masa que quiere comer, comprar y dormir, pero no ser.
–Ciertamente estamos hablando de una sociedad totalmente diferente a la de hace 30 años, porque la ciudad ha incorporado a muchos migrantes y ahora tenemos casi un millón de habitantes. Sin embargo, generalmente los teatros siguen vacíos, ¿cómo cambiamos esa realidad cultural?
–Es una paradoja, lo que pasa es que con el desarrollo económico de Trujillo, de pronto el sentido de ciudad cultural ha venido a menos. Quizá cuando no teníamos nada, lo hicimos todo, y hoy, que los jóvenes lo tienen todo, no les importa luchar por conseguir algo más, mientras que en los años 50, 60, 70 y 80 se luchaba por conseguir logros para la cultura. Y las personas se involucraban al respecto, pero hoy ya no es así, es sumamente difícil encarar una problemática de este tipo. ¿Cómo enseñarle al joven a amar a su patria? ¿Cómo enseñarle al ciudadano que es parte integrante de una sociedad a la cual se debe? ¿En qué medida el sistema económico determina la tragedia de falta de sentido cívico?
–¿Entonces?
–Habría que ver cuál es el rol de las universidades para formar al ciudadano del futuro. ¿Pueden éstas formar ciudadanos competentes en un momento en que la competencia del mañana es exactamente el día de mañana? ¿Puede una universidad formar estudiantes en alguna competencia operativa y después de cinco años el profesional va tener que aprender un nuevo lenguaje porque el que le enseñaron ya no le sirve? El tema es que las universidades, en lugar de enseñar competencias profesionales como máximo ideal, deben orientar sus trabajos a las competencias genéricas, transversales y humanas a querer aprender el sentido de la curiosidad, de la investigación.
–Eso en cuanto al rol de las universidades y su responsabilidad en la formación humanística del estudiante, pero ¿qué hay de las responsabilidad de los padres de familia?
–Cuando llego la universidad, por la noche, prendo la televisión y veo Al fondo hay sitio, porque me parece una de las cosas más inteligentes que se han hecho en la televisión, debido a que estos problemas culturales de los que estamos conversando están tan bien trabajados, que da gusto y sobre todo, porque está en tono de farsa. Ése es el Perú, pues, el Perú es un lugar en donde hubo cinco tal vez puedan entrar seis. El problema de la estructura social que ha habido siempre de un país legal y país real se ha evidenciado con los problemas de Bagua, en Cerro de Pasco con las mineras, en la desnutrición que existe en La Libertad. Ahora, en cuanto a la cultura, lamentablemente, se ha perdido el sentido cívico en la que Trujillo es una ciudad en la que todo el mundo se conoce y por la que un grupo tiene un ideal para lograr un mejor mundo en donde vivir.
–Para muchos estudiantes, la palabra cultura es sinónimo de aburrimiento.
–Entonces hay que contarles la historia como hace Indro Montanelli con la Roma imperial, en la que dice que el señor emperador Augusto tenía problemas porque sufría de hemorroides y su mujer le sacaba la vuelta. Si tú le cuentas la historia como un cuento al alumno y le cuentas el trasfondo, y además trabajas con un video, puede interesarse.
–O sea, incorporar tecnología, anécdotas y aspectos lúdicos.
–El joven de hoy ya no es un joven que procese las palabras impresas. Le es sumamente difícil, porque el muchacho de hoy trabaja en un hipertexto visual, y en base a imágenes. Entonces, si las cosas son así, el profesor tiene necesariamente que trabajar formas de motivación distintas, pero también tiene que trabajar en algo que siempre ha sido: curiosamente una de las nuevas formas de la educación, que se llama el inactivismo, que es una teoría sistémica de la educación, dice que el profesor debe ser un story maker, es decir un contador de historias. O sea, han descubierto la pólvora, más o menos como los profesores antiguos que le contamos la historia a los alumnos e interpretábamos las cosas.
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En mi visita a Chaparri y obsevar los algarrobos, escuche a la guía decir que es una de las pocas especies naturales que puede sobrevivir sin agua hasta casi siete años, esto me llevo a reflexionar en esa enorme capacidad de adaptación. Quizas eso necesitemos los ciudadanos de hoy para recuperar el sentido cívico y no morir en el intento. Adaptación.
ResponderEliminarCecilia Lázaro