domingo, 21 de agosto de 2011

“Mi máximo sueño es corregir un libro de Mario Vargas Llosa"


Nilo de Cárdenas Chang. Periodista. Corrector de libros. Exestudiante de Psicología de San Marcos. De pocas palabras. Mr Hyde lo interpeló.


–¿Cómo se inicia en el mundo del periodismo?
–Me inicio cerca del año 70, a través de un familiar que editaba la revista china que todavía circula en todo el territorio donde hay descendencia china.

–Sigue circulando la revista…
–Sí, efectivamente, es mensual. Allí comencé a apoyar a un primo, porque ya no podía, tenía que seguir sus estudios, entonces me llamó y yo lo apoyaba en mis ratos libres: escribía, reporteaba, iba a conferencias de prensa…

–Y ese mundo del periodismo lo cautivó…
–Sí, poco a poco, pero a la vez estudiaba en la Universidad de San Marcos; al comienzo Educación, después Sicología, y aparte de eso seguí un curso de Criminología…

–¡Criminología también!
–Se estaba dictando en la Facultad de Derecho, por el doctor Mimbela de los Santos, y me inscribí.
–Me pareció interesante, había la posibilidad de ver temas sociales, como la delincuencia, la prostitución, los niños abandonados… me atrajo, y después, cuando tuve que hacer prácticas, me tocó ir al centro de rehabilitación de menores, Maranga, que llamaban Maranguita.

–Y en este amplio recorrido por el oficio periodístico en Lima, ¿conoció a los grandes periodistas de la época?
–Efectivamente, me relacionaba mucho con ellos.

–¿Con quiénes, por ejemplo?
–Bueno, ahora hay uno que todavía sigue trabajando en el canal del Estado.

–¿Cómo era el periodismo en esa época, en los 70, 80’s?
–Quizá en esa época era un periodismo más objetivo, que informaba de todos los acontecimientos, para buscar y llevar la información.

–Pero los periodistas de esa época eran más bohemios…
–Creo que eso siempre se ha mantenido. Yo no voy a decir que he sido un santo, pero el tiempo no me daba para eso porque estudiaba y trabajaba. A partir del año 71 empiezo a trabajar en el diario El Peruano, que en esa época era La Crónica, La Tercera, etc.

–¿Y qué función desempeñaba?
–Redactaba algunas cosas y a veces corregía, iba a la calle, tanto así que estuve un tiempo en corrección.

–O sea que era un hombre orquesta…
–Algo de eso, ¿no?, pero lo hacía con entusiasmo, porque en el fondo la cuestión económica no era mucho, pero me gustaba por las experiencias y personas conocía. También he llegado a la televisión, a través de un programa que editaba la Universidad de Lima, que se llamaba ‘Diálogos en el 13’ y se emitía los jueves.

 –¿Y fue un problema trabajar en el periodismo en una época en que los medios estaban tomados por el gobierno militar?
–Bueno, en parte, pero lo bueno era que me sentía seguro, porque cumplían como sea con nosotros, aunque hubiera dificultades económicas. En algún momento tuvo que cerrar La Crónica y era La Tercera la que mantenía a la empresa. Luego también cerró, porque no se vendía y sólo quedó El Peruano.

–¿Cuál es el cargo más alto que desempeñó allí?
–Llegué a ser director-comunero, porque en esa época había dos directores: uno elegido por la empresa y otro elegido por los obreros. Llegué el directorio y vi toda la problemática económica, cómo la manejaban; había muchos problemas porque la gente decía “la prensa oficialista”.

–¿Hasta que año trabajó allí?
–Hasta el 94. Vino Fujimori y poco a poco comenzaron a reducir personal.

–Y en todo ese tiempo que trabajó en El Peruano, ¿qué anécdota recuerda con especial nitidez?
–Yo trabajaba a distintas horas, y a veces tenía que amanecerme. Un día tuve que regresar a mi casa que quedaba en el jirón Paruro, en el Barrio Chino. Es algo que nunca me voy a olvidar: era 28 de diciembre del año 75. Terminé de comer, como a las 10 de la noche, bajo al segundo piso,  y al bajar, me grita un policía: “¡Señor, alto!”. Me pidió que me identifique y saco mi carné, y me dice: “me han avisado que han entrado unos delincuentes”. Llamamos al portero y nos dijo que no había otra salida. “Entonces están por acá, vamos a verlos, acompáñeme”, me dijo. Pero como ya practicaba tiro, tenía un arma…

–¿Portaba armas? ¿Por qué, por seguridad?
–Mi deporte era el tiro, siempre iba al Rímac a practicar en la Asociación de Tiro Olímpico. Entonces le explique al policía, y me responde: “vaya usted, adelante”.

–¿!Adelante!?
–(Risas) Llegamos a la azotea, cuando llega el guardián y grita: ¡Nilo, se escapa el ratero!, corrí rápido –como yo conocía todo–, y el policía detrás de mí –en cuestión de segundos–, entonces cuando bajo a la reja, uno de los delincuentes, un avezado de los Barrios Altos, que le decían el ‘Loco Lejía’…

–El ‘Loco Lejía’
–Le decían así porque cuando disparaba ‘blanqueaba’ a la gente (risas), no fallaba. Escondí el revólver, y con una serie de lisuras me dijo que abriera la puerta de la reja que estaba cerrada. Con el apuro de abrir, se me quiebra la llave, no dije nada y justo llega el policía y dispara y yo me hago un lado y e hirieron al ladrón. Si yo me quedaba allí, me caía en la columna vertebral. Fue una cuestión providencial.

–¿Cuál es su máximo sueño?
–Mi máximo sueño sería corregir alguna obra de Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez, dos grandes exponentes de la literatura latinoamericana y mundial.
–¿Y por qué se inscribió?, porque quería saber más de las mentes criminales…

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