jueves, 4 de febrero de 2010

La guardiana de los libros


La primera vez que Inés Guerra de Guijón saboreó su primer gran libro fue a los 10 años, cuando, picada por la curiosidad de saber qué había dentro del baúl de su casa, abrió la Caja de Pandora y encontró un texto con historias fascinantes. Iba todas las noches, cargando su velita, porque le habían prohibido hurgar dentro de ese viejo mueble de madera que a ella le parecía misterioso.


Curiosamente, el libro con el que se había solazado tantas noches se llamaba Las mil y una noches. “Después de eso no pude separarme de la lectura para nada”, confiesa doña Inés, quien a sus 90 años sigue al frente de la Librería Peruana, un verdadero ícono de Trujillo.



Así que cuando pasó a vivir con sus abuelos no tardó en devorar cuanto libro estuvo a su alcance, aun cuando le hayan advertido mil veces que “eso no era para chicos”. “Yo me iba allí a robar las cosas calladito”, dice como quien cuenta una travesura.


Del abuelo, Gregorio Guerra Niño, recuerda que era general del Ejército, que tenía una casa llena de obras de arte, el carácter fuerte y que era un próspero comerciante con oficinas en varias ciudades del país.


De él acaso heredó esa fuerte personalidad que le ha permitido ser reconocida como una de las mujeres visibles de la cultura trujillana. Y es que pese a haber nacido en Chiclayo, fue en esta tierra de la marinera, donde Inés Guerra de Guijón condujo y sigue conduciendo La Librería Peruana, un local que ha cumplido la friolera de 77 años de vida institucional.


Fue abierta en 1933, como una de las sucursales de la editora e importadora de libros que un tío tuvo a bien fundar unos años atrás en Lima. El hecho es que, debido a diversas circunstancias, la mayoría de las librerías quebró. Sólo la Librería Peruana de Trujillo quedó en pie gracias, según resalta Inés Guerra, a sus estudios de Administración de Empresas que siguió en el Instituto Francés de Chiclayo, cuando era una jovencita.


Por cierto, la tarea no fue fácil. Porque su esposo, el librero Carlos Guijón, no quería que su joven consorte trabaje pues “eso era una cosa de hombres”. Hasta que un día a doña Inés se le salió el espíritu independista y le dijo a su marido a boca de jarro: “A ti te digo que me da la gana de trabajar porque no soy una esclava para ser mantenida por un hombre”. Punto final.


La dama que cumplió 90 años hace unos días recuerda como si fuera ayer la vida, pasión y declive de la Librería Peruana. Como cuando ésta creció tanto que llegó a tener una sucursal frente al Club Central y ella la implementó con las últimas revistas y novedades literarias. O cuando intelectuales de la talla de José Eulogio Garrido, Carlos Camino Calderón o el padre Ulises Calderón venían a charlar o a escribir sus cartas en la vieja Remington que aún utiliza doña Inés en sus ratos libres.


Parte de Trujillo
Es que la Librería Peruana es una especie de cápsula del tiempo donde ha quedado preservada una parte de la historia trujillana. Allí está la antigua caja registradora, los estantes de madera, las vitrinas solemnes, pero sobre todo los libros. Esos preciados libros que seguramente ya no podrá ver en una librería moderna.


Ya no importa que la gente lea menos cada día. O que los estudiantes prefieran obras resumidas o fotocopias baratas. Ya no importa, en fin, que el libro, como ella misma admite, se haya convertido en un artículo de lujo. “Ya casi no existen clientes”, dice resignada Inés Guerra, quien pese a todo sigue yendo todas las mañanas a su querida librería ubicada en la quinta cuadra del tradicional jirón Pizarro.


Después de todo ella es una librera y no una vendedora de libros. Sutil diferencia que sólo personas de su sensibilidad comprenden a cabalidad. Mientras tanto, doña Inés se distrae con las numerosas personas que cada día caen por su librería para charlar sobre literatura, arte, música o, vamos, la vida misma.


Traspasa fronteras
La fama de doña Inés y de su librería han traspasado las fronteras. De hecho, son varios los turistas que ingresan a su establecimiento sólo para observar su añeja arquitectura y, por supuesto, para felicitarla por tener, modestia aparte dice doña Inés, una librería única en su género.


Tampoco han faltado medios de comunicación extranjeros que le han dedicado reportajes especiales. Se enorgullece de ello, pero jamás ha dejado que la vanidad le nuble la visión de la realidad. “Vengan con zapatillas, yanques o zapatillas, aquí a todos los atendemos por igual, a todos les damos la misma calidad de atención para ayudarlo a buscar lo que quieren. Ésa es la función del librero”, sostiene categóricamente.


Noventa años no pasan en vano. Inés Guerra de Guijón lo sabe bien. Con una lucidez sorprendente, sigue al frente de su librería con el mismo entusiasmo con el que cada cierto tiempo renueva su periódico mural ‘El Colibrí’, cultura al paso para ricos y pobres.


Así es como ha hecho amigos de diversas generaciones, así es como ha mantenido la alegría de vivir. Será por eso que quienes la conocen saben que ella es la dama de la cultura en Trujillo.

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